viernes, 6 de junio de 2014

Hey there Dellilah

¿Sabes una cosa? No elegimos hacernos daño pero sí elegimos a quien nos lo hace.
 Una reflexión profunda, de un chico dentro de las páginas de un precioso libro. Un chico al que un endiablado osteosarcoma le bebe la vida a sorbos. Gracias, Augustus. Parece que hoy en día necesitamos una tragedia en nuestra vida un cambio radical para apreciar lo que tenemos y llegar a valorarlo.
Despertad, joder, estamos vivos. Somos como somos, y punto. Que no vaya a venir nadie a cambiarnos, porque perderíamos el sentido de nuestra vida, nuestra esencia.
El daño, el dolor o la rabia son partes de ella. 
Eso que dicen que desahogándose de cualquier manera te liberas, que hablando se entiende la gente. Eso es mentira. Hay guerras que empezaron porque el hombre no entendió su propia palabra.
Con esto quiero llegar a eso que, como un maldito reloj suizo, llega cada hora a repiquetear mi cabeza, sin descanso. Como una eterna pesadilla. Tú. Si, tú. Yo he elegido que me hagas daño, porque pensé que valías la pena.
He de decir que me equivocaba. Una amistad no se alimenta de falsedades. Una amistad se cultiva a base del cariño, de ser honesto, de reírse sin que nadie lo entienda.
Puede sonar egoísta, pero una amistad se basa en la comodidad de uno mismo. Sabemos que alguien es amigo cuando nos sentimos a gusto a su lado. Nuestros amigos son aquellos que nos dicen lo que queremos oír y cuando lo queremos, con cuñas de verdad entre halago y halago para no desviarnos de la realidad. Y por eso, por ese hecho tan simple, son nuestros amigos.
Me parece fantástico que hayas decidido vivir tu vida y echarme de ella por la salida de emergencia. Pero aunque fuera por un respeto a lo pasado, pienso que me merezco una explicación. Sin embargo, no explicas, no dices nada. Todo es maravilloso, al menos a la cara. Detrás de mi, la realidad es bien distinta. ¿Me da igual sabes? Me ha dolido, eso es todo. Pero ya, me da igual. Lo único que quiero, que necesito es que si has decidido ponerme en tu lista negra, que si quieres que salga de tu vida: échame para siempre, no a medias, no para un rato, no a las espaldas. 
Reúne el valor y la labia que haga falta para decirme que no quieres volver a verme la cara. Yo me voy. Tú vive tu vida como más te guste que yo, haré lo propio.
Eso, si. Voy a intentar ser feliz, voy a perseguir mis sueños. Cueste lo que cueste, le pese a quien le pese.
Y gracias, por los momentos que vivimos. Por todos y cada uno, aunque ya no sean más que eso, momentos.


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