martes, 17 de junio de 2014

Bólido, mientras sienta.

Alguien tiraba de mi, querían que siguiera viviendo, ¿no? Aquí estoy.
Escuchaba pasos, voces a lo lejos, lentas, graves y silenciosas pero tuve miedo, estaba solo.
He vuelto a nacer.
Lentamente me fui dando cuenta de que escuchaba una y otra vez el susurrar de mi nombre al oído, unas lágrimas saladas mojaban de vez en cuando mi cara y alguien me apretó fuerte la mano.
La oscuridad se fue alejando poco a poco y pude ver una luz cegadora que me invadía.
El rugir de un motor, un motor nuevo, demasiada potencia, me arrolló. El calor de un volante me quemaba las manos y me dio tiempo a sonreír. No quise mirar el retrovisor de un pasado extraordinario dos veces, quise seguir, elegí vivir. Respirar.
Mi pasión: la velocidad.
Estaba esperando a que alguien me llamara, cuando millones de voces se alzaron cogiendo un corazón en alto bajo una misma bandera. Pensé que había estado demasiado tiempo fuera. Decidí regresar.
Solo entonces me sentí con fuerzas para abrir los ojos, con gritos de júbilo, celebrando una victoria.
Hace un día de ello, seis meses después y ya lo echo de menos.
Miro por la ventana pensando en reestablecer el motor de mi vida, para siempre, en repararlo.
Luego la miro a los ojos. Esos ojos que ya no lloran porque decidí quedarme junto a ella. Esa mano que me aprieta entre las mías, demasiado tensa.
Estoy vivo. Respiro. La tengo a ella y sigo.


No hay comentarios: