domingo, 30 de marzo de 2014

Retrovisores para retroceder hasta un pasado en el que el volante siempre conduce hacia adelante

Viajaba por la carretera de la vida con la cabeza puesta en otra parte. Quería viajar lejos, fuera de sus expectativas, a lugares imposibles y a rincones infinitos.
Por ello, bajó aquella mañana temprano, con una hora de menos en busca de una hora más, que le diese tiempo para respirar.
La maleta bien repleta de ilusiones descansaba sobre el maletero de aquel maravilloso bólido. Aquel coche en antaño había llegado al fin del mundo, y que ahora no era más que un pequeño recuerdo suyo.  Acarició la carrocería, brillante a pesar del tiempo, buscando una vez más un reflejo que faltaba en su mirada. "Mirar lejos", le habían susurrado millones de veces al oído. 
Con algo de nostalgia volvió la vista atrás. Allí se quedaría todo, exento de su persona.
Una sonrisa le iluminó el rostro, amenazaba con ponerse a llover desde muy temprano pero algunos rayos de sol habían conseguido salir. Aquello era vida.
Se metió en el interior del coche inhalando ese aroma tan característico, una mezcla entre café recién hecho y tapicería envejecida. Una mezcla entre limón y sal, noches tempestuosas de pasión y brisas de verano. ¿Cómo podía recordar todo aquello con un simple olor?
Cerró la puerta y, aunque las primeras gotas habían comenzado a precipitar sobre la luna, abrió las ventanillas.
El sonido del motor al encenderlo por enésima vez fue música para sus oídos. Al principio condujo lento y fue acelerando conforme recuperaba la confianza en si mismo. Quería vivir.
Las últimas noticias suyas fueron ese destello de su coche con él en su interior perdiéndose en el horizonte de un día raro, antes de que el sol hubiera tenido la oportunidad de despedirse.



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