Al mirarte, a cada instante- duele todo lo que callas.
Mueves los dedos, como dejando que la vida se escape entre sus rendijas. No obedeces a localización ni retiro alguno. Dices que es hora de flexionar los miedos y extiendes un mapa que sacaste de ninguna parte.
Y me dices que no es cierto. Que no sé conjugar mis verbos contigo. Que el lejano Oriente no confunde, que no son adecuadas mis razones cuando las dejo en simples pestañeos. Y que tampoco comprendes mis besos a medias.
[Y yo me pregunto quién demonios te cedió la vela para enterrarme viva].
Para devolverme todas las historias en forma de risa y despertar de una vez por todas- en Glasgow, y contigo.
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