domingo, 23 de agosto de 2020

Intimidad

 

Creo firmemente en eso de sentir. Y de poder compartir esos sentimientos.

Hay quienes lo ven absurdo, una nimiedad. O piensan que no es importante, que hay temas que ocupan más relevancia en el ranking de la preocupación mundial.

Con esto no intento quitar importancia a la información que nos llega de manera masiva desde todos los puntos del planeta.

A veces me da por pensar que la vida sería un poco más sencilla si no hubiéramos avanzado tanto tecnológicamente hablando. Si no estuviese estipulado el tener que cumplir con unos estándares o tener que demostrar según que cosas.

Al margen de que cada uno tenga sus preocupaciones para con la vida y la sociedad, creo que primero debemos cuidar de nosotros mismos. Aprender a parar, a querernos. Descubrir por qué si y por qué no. Eso de la búsqueda de la felicidad siempre ha sido una meta nuestra, aunque no se diga en voz alta por miedo a destruir lo etéreo de ese sentimiento. 

En este propósito me encontraba durante mi semana de vacaciones dentro de un verano pandémico, cuando tropecé con Sally Rooney.

Y al terminar, con Paul y Daisy desempolvando a Connell y Marianne.

Durante este tiempo he podido destapar mi parte más vulnerable reflejada en las palabras de Sally, la cual, a mi parecer, le ha sacado punta a “la normalidad” y nos ha regalado la intimidad en la más pura de sus formas. Ha tocado preocupaciones que muchas veces nos sentimos reacios a exteriorizar creo que para que le perdamos el miedo. Para que no nos avergoncemos de ser quienes somos y de la manera en la que nos da por respirar.

Soy consciente que hay muchas vidas detrás de la adaptación de la novela de Sally a la pequeña pantalla, mucho trabajo, mucha ilusión y muchas horas dentro de ese “Normal People”. Pero al fin y al cabo nosotros a quienes nos encontramos son a Paul y Daisy metiéndose en la piel de Connell y Marianne.

Y vaya vuelco le han pegado a mi alma en poco menos de una semana. Para que quiera quedarme a vivir en cada confesión y cada decisión y cada roce de mejilla.

Me encanta ver crecer vidas de manera tan explicita y creo esta historia con todas sus heridas es una de esas de las que merece la pena pero,

más las alegrías.

Daisy y Paul. Contados por Sally Rooney.


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