sábado, 29 de febrero de 2020

La M.O.D.A. siempre fue su salvavidas.


Baila siempre que suena la M.O.D.A.

Escuchaba a David engalanar la poesía y subía siempre a cincuenta el volumen de la minicadena.
No le contó a nadie que aquel joven bajito y desaliñado era su particular grito de libertad,
que todas sus melodías le arañaban las entrañas.

No le ha contado a nadie tampoco que, a veces, acalla a la lluvia con sus versos canallas que no pretenden ni ser ni estar.
Cuatro palabras que bien vestidas invitan a seguir, a saltar, a querer vivir de manera frenética y desenfrenada.
No les ha contado a los de siempre que las heridas, aunque abiertas, sangran un poco menos que antes.
Que el secreto lo guardan las madrugadas no escritas, como la que aún está por suceder.
Que la lluvia sólo moja si uno quiere, porque luego todo termina resbalando y cayendo con el peso de la gravedad.

No les ha contado que esta noche quiere volverse pirata y será el ron el que hable por ella.
Pero sus pasos la llevarán incansables al mismo garito de siempre.
Donde hacen salto temporal y las épocas se mezclan. Donde se habla el idioma de los sueños dormidos.
Donde esperar está sobrevalorado porque si no actúas, pierdes.

Allá donde un par de acordes son motivo de todas las sonrisas y de algún que otro recuerdo borroso.

Ella espera volver a casa siendo su propia heroína del sábado, en un domingo de norte. Con David cantándole al oído y algo de polvo en el corazón.

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