martes, 28 de enero de 2020

Tropiezo número veintiocho.

Leerte por amor al caos. A todo lo prometido que nunca se convirtió en deuda.
Leerte porque sangras como cualquier mortal pero tienes la psique de un antiguo dios griego elevada a la enésima potencia.

Leerte para endulzar las tardes de lluvia y vinilos, para escapar de las cortinas de lluvia que empapan los soportales de la urbe.
Para combatir el frío con más aludes de hielo.
Leerte para sentir la herida y estar orgullosa de todas las veces que me animaste a levantar la cabeza.
Para desvestir el pánico que se ha acostumbrado a arropar a algún monstruo que sigue durmiendo bajo mi cama.
Leerte como alternativa al llanto, para acabar creyéndome fuerte.
Para verte a menos distancia de la permitida y a algo más de la indecorosa.
Leerte con la música al trece y que solo se escuche tu voz dentro de mi cabeza.
Para que sigas siendo bote salvavidas de cada uno de mis naufragios.
Leerte para que seas, en prosa o verso, la primera opción a llevarme hasta una isla desierta.

Te leo con el alma somnolienta, y con la cabeza más despierta y siempre lista para la guerra. Los sueños me suceden de manera premonitoria: volviendo a aparecer solamente los mejores instantes.
Te leí esta tarde y, como cada vez que te respiro, quiero quedarme a vivir en cada coma que frena tu pena.

-a PB.

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