viernes, 28 de octubre de 2016

Símil

Te pareces tanto a él.

A mi poeta preferido, a mi querido Escandar.

Siempre has sido de pocas palabras pero de grandes abrazos. Has sabido cuándo y cómo decir lo justo y necesario.
Tienes un pecho defectuoso, abierto. Todo por un corazón que no cabe.

Nunca has querido que te paren los pies ni que te pisen los esquemas.
Siempre has presumido de una vida tan cómoda como nómada.

Algunas madrugadas te daba por escribirle cartas de amor a aquella chica acabada en A, y enseguida acababan formando parte de tu magnífica tanda de triples contra la papelera.
Nunca fuiste de atreverte ni atraparte.

Te encanta el baloncesto, pero cada vez lo juegas menos.
Adoras las tardes de flamenco y los domingo con Marley en los oídos. A los martes los llamas 'las noches de los artistas', y los viernes, son de míticos: te sigues durmiendo escuchando a Dani cuando aún le cantaba a un loco.

Tu sexto sentido tiene cuerdas, y nombre de guitarra.
Tus febreros son para cantarle al Falla; y tus odios inexistentes.
Adoras el sol, pero prefieres los inviernos.

Te apoyas mucho en tus amigos, a los que llamas hermanos.
Sabes a quien acudir cuando te llueven problemas.
Y los de tu misma sangre estarán eternamente agradecidos de contar contigo.
Eres tan de familia como de soledad.
Has cruzado mares sin caer en brazos de ninguna sirena.
Has visto belleza en la más triste de las miserias.
Y querido cambiar el mundo desde el sofá.

Y eso que te conozco poco,
pero mi deuda siempre estará detrás del día en que te conocí.


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