martes, 5 de mayo de 2015

Si quieres me olvido de todo, solo tienes que pedirlo

Pensaba que no era así pero, aun paso las madrugadas mirándote furtivamente a los ojos, esos de cristalino silencio que tanto echo de menos cada noche.
Vuelvo a mirarte y pienso que pude haber echo mal, me pregunto sin ceder porque no fui capaz de retenerte a mi lado, por qué me rendí tan fácilmente.
Y es que el peso del tiempo, el peso de los años y de los kilómetros mal repartidos no han sido capaz de borrarte de mis recuerdos.
En cada letra de canción, en cada acorde de guitarra me aguarda un recuerdo compartido con el que fuiste, conmigo.
No pasa un día, un efímero segundo sin que me pregunte por qué. ¿Tan difícil era amar sin medidas? ¿Dejar a un lado los prejuicios? ¿Ser feliz?
No era difícil, aunque tampoco sencillo.
Cada mañana, al despertar, con tu sonrisa mirándome desde el marco de una foto vieja guardada a tradición, me pregunto si serás feliz con ella.
Y no me malinterpretes, no quiero otra cosa que ver cumplido mi sueño, pero también me hubiera gustado ser yo la que te diera los buenos días, la que se olvidara del teléfono solo por pasar la tarde contigo, la que siguiera escribiendo cartas por el placer de que las leyeras con una sonrisa en los labios. Quisiera haber sido yo.
Ha pasado el tiempo, pero no las ganas.
Confiando que algún rayo de sol le de por entrar por mi ventana, sonrío, no es hora de pensar. Se acabó. Toca vivir.
Vivir con la esperanza de verme reflejada bajo tus pestañas.


No hay comentarios: