Caminar en días de invierno bajo la lluvia y que el sol no quiera salir.
A pesar de todo perseguir la vida, perseguirla siempre.
Un nombre tan pequeño para una persona tan grande.
Y soplar una vela más- por él. Felices flores de la vida, felices veinticuatro. En otro idioma, en otra ciudad, tan lejos...
Y las cuerdas de una guitarra en la distancia llegan a mis oídos. Y vuelvo a emocionarme.
Su voz suele tener ese efecto en mi.
Y celebro su cumpleaños de la mejor manera que sé, que se le ocurre a mi enferma cabeza. Escuchándole, a él y a sus letras.
Puede que sea exagerado.
Puede que nunca llegue a mirarle a los ojos realmente por algo más que la tinta impresa de una vieja fotografía.
Pero él me entiende. Siempre lo hace.
Llueve en el norte, llueve en el sur- los ángeles vuelven a llorar.
Él, mi ángel de la guarda.
Gracias.
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