domingo, 7 de diciembre de 2014

¿Bailamos?



Y cuando el desvencijado radiocasete del rincón decide que ha llegado la hora, la música comienza a sonar.
Tus pies se mueven solos uno tras otro, al compás. Siempre siguiendo un ritmo, el más bonito del lugar.
Tu mirada lo busca entre el gentío y por fin ves que se acerca a ti poniendo en práctica la ensayada coreografía. Tantas horas de práctica, tantas noches de verano y amaneceres bailando han dado sus frutos.
Vuestras miradas se encuentran, ávidas, tan llenas de recuerdos que al terminar todos aplauden vuestro espectáculo. Sois vosotros los que estáis agradecidos. Si no nos hubierais encontrado aquella noche de mayo, ahora, al final del verano nada sería lo mismo.
Ha sido bonito pero tú te quedas con los ensayos. Después de todos esos maravillosos momentos a su lado te quedas con esas risas, las suyas, al caerte cuando hacías mal un paso. Te quedas con los ojos con los que te observaba sin atreverse a hacer movimiento alguno, cuando te veía bailar. Te quedas con el arte, el arte del baile. Te quedas con cada nota, con cada acorde y cada tecla de piano haciendo eco en la inmensa sala.
Te quedas con el vuelo de tu falda cada vez que el te daba vueltas sin descanso.
Te quedas con su mano en tu cintura, y las tuyas sosteniendo su rostro.
Te quedas con él.

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