martes, 29 de julio de 2014

Aprender a saltar y saber caerse

Evitar mirarse a la cara porque si. No querer que llegue la hora de despedirse. Compartir sonrisas cómplices porque somos jóvenes y estamos vivos. Quedarnos con la miel en los labios. Ansiar un nuevo amanecer, juntos, cogidos de la mano. Ser uno mas de esos perfectos amores de verano.
Bailar como nunca antes hemos bailado. Reír a carcajadas, reír fuerte y lejos, y que la risa se escuche al otro lado del mundo.
Mirar de reojo, querernos tanto.
No olvidarse, no olvidarse nunca.
Saber que la edad no importa, que la vida se vive en momentos. Saber que no existen imposibles y que el mundo está lleno de posibilidades. Evitar todo tipo de barreras, convertirnos en competidores de carreras de obstáculos y no parar. Declararnos locos, soñadores. Pasear por las calles alzando las manos al cielo, mirando a las estrellas y sintiendo el viento en la cara. Correr, caer, levantarse y abrazarse.
Hacer todo esto sin importar el tiempo, con intensidad. Como si el mañana no existiera, como si no tuviéramos ni idea.
Decir hasta luego por no querer susurrar un adiós con nuestros propios labios.
Hacer todo esto antes de ver despegar un avión, antes de palpar la distancia, antes de encontrar un final y cerrar el libro de cuentos.
Antes del olvido y de la eternidad.


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