jueves, 10 de julio de 2014

¿Podrían un puñado de besos cambiar sus vidas para siempre?


Al más puro estilo de Romeo y Julieta, con la decisión del señor Darcy y su gallardía al sostener las manos de la señorita Bennet entre las suyas, la templanza de Rochester mirando a Jane a los ojos, con la belleza de la dama de las Camelias y el secreto que guardaban los acantilados de unas cumbres borrascosas.
Con todo ello Dani salió a buscar a Sol, dispuesto a conquistarla. Aún siendo de mundos diferentes, aún sabiendo la enorme brecha que los separaría de por vida.
La perseguía por los callejones donde ella un día dejó sus besos. La esperaba en su portal cuando ambos sabían que iban a encontrarse en el metro. La hacía bailar a son de una guitarra. La llevaba a los bares con más estilo de la ciudad y se quedaban los dos solos, dando tumbos por Madrid.


La miraba respirar cada noche, mientras dormía, siempre entre sus brazos.
¿Era verdad que los romances verdaderos, los amores tormentosos solo existían en los libros? Ellos ansiaban un amor de novela. un comerse a besos y desayunarse cada mañana. Quisieron apuntar alto y llegar lejos. Quisieron dárselo todo. Bailar a cada segundo, pero detrás de un espejo. Darse la mano porque si, abrazarse en un momento.


¿Tanto la quería?
La buscaba y la encontró. Una noche esperándola en aquel rincón. Los labios pintados, la mirada perdida, el pelo revuelto y la boca sabor a vida.
Ella lo esperaba.
Desde hacía tiempo. Sonó entonces un  vals lento y salieron a la pista hasta que los pies quisieron decir basta.
Se acercaron y decidieron escribir su propia historia de cuento.
¿Cual era el precio?
Un puñado de besos.





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