domingo, 25 de agosto de 2013

Ni tan ciega ni tan enamorada


¿Cómo se puede llegar a querer a alguien tanto hasta el punto de que aparezca de la manera más lastimera e inusual para alegrar tu vida en sueños? Sé qué siempre tendrá un hueco, un espacio que, aunque sea muy minúsculo siempre estará en mi corazón.
Hay distancia, hay años, hay desinterés de por medio, y aún me pregunto cómo me llegué a enamorar de un chico como él. Uno que está grabado a fuego en mi subconsciente y que las noches lúcidas aparece para, con un simple abrazo, mantener sereno mi ofuscado corazón. No hace nada más, a veces ya ni sonríe. Han sido muy pocas las veces que verdaderamente hayamos hablado y quizás muchas las que lo pensé. Soy incapaz de sacarlo, y no porque tenga miedo. Creo que hay cosas en la vida de las que se tiene certeza, y eso de que voy a quererte siempre es una de ellas.
Tengo muchos recuerdos a tu lado. Desde fotos de hace años guardadas en un cajón con ilusión de niña, regaladas en secreto por los cumpleaños, hasta un frío saludo con dos besos y una sonrisa que me hizo olvidar el porqué de mi existencia en aquella cálida noche que se acercaba a un verano en el que no te vería; muchos choques en los pasillos, muchas miradas cómplices y tantas cosas en común.
Cuántas veces bailamos cada uno en nuestro lado al compás de los mismos acordes de guitarra. Cuántas, nos enamoramos de la misma melodía taconeada, cuántos paseos a caballo mirando marcharse al sol y aparecer la luna, y cuánta pasión por los nuestros. Cuántas estrellas quisimos coger del cielo para hacer el mundo nuestro, tan jóvenes y cuántas vueltas nos dio la vida para marearnos. Cuántas veces deseé ser ella; cuántas, tu, ser él.
Cuántas veces habré soñado que por fin estas conmigo y Sevilla nos susurra sus canciones al oído.