martes, 13 de agosto de 2013

Skyscrapers

Una vez conocí a una pequeña que vivía en los rascacielos más altos de la gran manzana. Nunca había salido de allí. De hecho, yo la encontré al visitar aquellos impertérritos edificios.
Para descubrir el mundo no necesitaba descender unos doscientos pisos de altura en una bestia inhumana de cristal y acero, ella tenía otro método, otra manera.
Cada mañana cuando el sol asomaba por el primero piso del edificio ella comenzaba a bajar escaleras hasta llegar a la mitad. En aquella planta siempre econtraba lo que quería, desde deliciosas bolas de chocolate recubiertas de una divertida película de colores, hasta papel y lápiz, su firma.

Era una pequeña extraña aunque risueña. No recuerdo haber visto desaparecer su sonrisa desde el día en que la conocí. Decía que no le gustaba el blanco, que contrastaba demasiado con aquellas chucherías de colores y nunca me atreví a preguntar por qué nunca había salido de aquellas inmensas pareces para conocer el mundo, aunque se podía intuir algo solo mirandola a los ojos. Esos ojos azul intenso como los de los océanos que jamás vería, cansados, felices de vivir aunque fuera con limitaciones.
Nunca usaba el ascensor. Decía que los polos iguales se repelían y ella no iba a ser menos.
El cabello le caía por encima de los hombras, suave y sedoso. Los dientes, inmaculados hacían un esfuerzo por alegrar la vida de todo aquel que se encontraba con ellos. Una de sus manos, demasiado cansada; la otra infinitamente fuerte. Era la que la guiaba.

Fue por casualidad. Aquel día yo estaba en la planta 100 de un gran rascacielos de Nueva York cuando buscando el móvil en el bolso se me derramaron todos los m&m's que escondía en el interior. De pronto vi a una chica curiosa que arrastraba cautelosa una silla de ruedas arrastrandose por el suelo para recuperar el último que quedaba por recoger el de color rosado.
-Es como yo. Se llama Rosa.- Me dijo devolviéndomelo.
La primera impresión mía fue que esa niña era maravillosa y me sorprendió ver que hablaba mi idioma.
Con rapidez la chica cogió folios de papel, lápiz. Escribió algo en uno de ellos y acercandose a una ventana abierta al final del pasillo lo tiró sonriendo. Así es como ella conocía el mundo. Cada mañana hacía una pregunta y dejaba que el viento se la llevara. Al llegar la tarde ella cansada, terminaba de arrastras la pequeña silla de ruedas por las escaleras hasta llegar a su habitación y en su mesa de noche encontraba la respuesta a cada una de las preguntas.
Confieso que aquel día la ayudé a subir, nos convertimos en amigas y me dejó leer aquella pregunta.
-"¿La chica de los m&m's será mi amiga?"- Rezaba el papel arrugado que ella misma había tirado.
En el reverso se encontraba la respuesta. "Mila será tu mejor amiga".

Me pareció algo sorprendente e inexplicable, algo mágico, aquella forma de vivir. Ella tenía todo lo que necesitaba y por supuesto, desde aquel día me tuvo a  mí.


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