miércoles, 13 de noviembre de 2019

La simpleza de lo complicado

Estoy en ese momento de mi vida, en el que considero que he vivido mucho-aunque (espero) me queden miles de lunas por descubrir.
Ese limbo temporal en el que quieres aspirar alto, y deseas que tu huella no se borre tan fácil del universo.
El mismo en que los sentimientos van cayendo del árbol maduros, y comienzas a hacerte una idea de la persona en la que te has convertido.
Esa de la cual quieres seguir caminando al lado.

Hablo de querer comer mundo sin usar ni los cubiertos, con un miedo que cubre toda cicatriz y dándole la espalda al protocolo.
De ansiar lo imposible y presentarte a filas en la primera línea de guerra indeleble aún sabiendo que llevas más batallas perdidas que libradas.

Hablo de los años, y del paso del tiempo. Que asusta tanto como encandila.
En toda esta maraña de miércoles negro- siempre que es noviembre y dulce- y con la cabeza en toda parte que no sea sobre mi cuerpo he llegado a la conclusión de que llevamos en la condición humana ser tan sencillos como complejos.

Porque nos gusta cumplir metas y objetivos, y saltar obstáculos. Nos encanta que nos digan que no- tal vez para demostrar que somos capaces si vomitamos nuestras ganas y nuestro tesón. Adoramos que no salga a la primera si con ello vamos a disfrutar del camino. Por muchos suspiros, por muchas lágrimas, por muchos días sin dormir que amenacen con quitarnos lo que sentimos como nuestro. Por otros tantos disgustos y defraudes, haciéndonos de menos.
Nuestra parte complicada es la que se lleva a las mil maravillas con el paso del tiempo. Y lo ordena, organiza y coloca todo para que nada nos pille de sorpresa. Para que el ‘in fraganti’ sea sólo una expresión de la lengua del descaro.

Pero también somos sencillos.
Lo somos cuando queremos quedarnos a vivir en un abrazo, o que no se nos acabe un recuerdo. Lo somos cuando asociamos las sonrisas a la felicidad. O cuando el mejor concepto de viernes es ver amanecer desde la ventana. Somos felices cuando una tormenta de verano nos pilla en plena calle o cuando alguien nos hace saber que se acuerda de nosotros.
Somos sencillos porque nos enamora lo sencillo. Porque los detalles, que siempre se tildan de nimiedades, son la marca de diferencia para según que alma rota.

Y esto venía a que fuera es noviembre y este frío hace difícil hasta respirar. Porque lo quise dulce y ha venido con regusto amargo.
El norte no tiene a bien cesar su llanto y se están fundiendo muchas de nuestras bombillas.
Venía a que me siento afortunada porque, aunque siempre se pueda aspirar a más, tengo a personas que si las juntas en secreto puedes crear un universo paralelo.
Venía porque una de esas personas se me aparece en forma de recuerdo. Y la extraño, tal vez en exceso. Y le digo que puede contar conmigo. Y lo sabe y se ríe- a carcajada limpia.
Y está: ‘siempre, cuando y sobre todo’; de la misma manera que clamaba al amor el gran Lucas Masciano.
Porque pienso que la felicidad puede llover, pero si la vida diera media vuelta, la mía llevaría su nombre.
Y sería precioso poder quedarme para verlo.


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