domingo, 27 de enero de 2019

Amantes envenenados

Al veneno lo llaman la muerte dulce.
Dicen que cuando lo pruebas no sabes cuándo será tu último suspiro.

Que empiezas a perder visión, y a sentir que tu alma despega de tu cuerpo en dirección inversa al cielo quedando a bajo mil pies de los tuyos.
Dicen también que te fallan las fuerzas para recoger los pedazos de ti,
pero que aún así lo intentas.

Y luego tu vida se apaga. OFF.
Tu cabeza se desconecta,
y todo lo que recordabas desaparece.

Los corazones unidos al tuyo comienzan a sangrar por los poros que tejieron tus colmillos al dejar huella.
Y te arrepientes eternamente de sentir curiosidad sobre lo ajeno, de querer conseguir tan solo dos gotas del maldito veneno y haber pecado de exceso hasta llegar a conocerlo.

Y vuelves a arrepentirte.
Dices de no volver a hacerlo, te escuché incluso suspirar y arrodillarte con tal de volver a poner el contador a cero.

'No queríamos morir' Te dijo el miedo.
Y juro que no he conocido abrazo más sincero.

Y a tientas, con la cabeza autómata, sin posibilidad de freno de cualquier parte de tu cuerpo buscas de manera irrevocable su censura.
Rastreas hasta dar con la tecla de reinicio.
Y que los precipicios sean la fuerza de la naturaleza que más decida sobre un posible nosotros.

Pero sientes tu cuerpo vacío, y tu mente  reinventa el color blanco roto cada vez que se mete en la dichosa lavadora destartalada.

'Vamos a reinventarnos' Te gritó la pena.

Y entonces nos concedieron un último deseo.
El de mirarnos por última vez a los ojos. Escapando de una sala de la que nos invitaron a salir de manera desordenada. Devolviéndonos los daños colaterales de días que creímos nuestros.

Haciéndonos prometer que no volveríamos a ser jamás.

Así fue como nos convertimos en amantes envenenados.

Amantes, porque tuvimos la fortuna de poder tutear al amor.
Envenenados, porque cometimos el pecado mortal de probar la adicción trago a trago.

Y entonces quedamos bautizados, pero separados por siempre.

A lo Bonnie and Clyde con la desdicha de haber pasado de banco en banco
consiguiendo robar sólo un par de lágrimas de los ojos que nos olvidan.



No hay comentarios: