domingo, 27 de enero de 2019

Un intento de historia sobre ojalás

Y te pienso como desorden, como día que poder saltar del calendario o silencio impasible.
Me castigo por mi instinto animal, por las vueltas de tuerca para tratar de sacar una historia de la nada fundada sobre ojalás.

Tengo que agradecerte que soplaras sobre los restos de una cabaña de paja en ruinas, que sacudieras parte de mis dudas y me hicieras verme bonita.
Me alegro de haber compartido contigo aquella madrugada, y uno de mis mejores sábados teñidos de domingo.
Me alegro de haber cruzado la prueba de fuego sin haberme quemado nada excepto las palmas de las manos y los labios.

Pero tras la exaltación,
después de la caída libre de los niveles de serotonina,
tras las despedidas,

me sentí vacía.
Y sucia, y lasciva.

Me sentí una nada de dimensiones inabarcables y sumergí la cabeza un par de minutos en el pozo más profundo.

Supongo que supe responderme a mi misma:
Las cosas suelo hacerlas con el corazón, y cuando este falta, queda atrás una parte de mi indispensable.

Por tanto, la de aquella noche, no era yo del todo.
Mi parte animal salió del paso amordazando a la racional y ejerciendo el beneficio de la duda.

Es cierto que reí mucho.
Busqué puntos para unir tus líneas y disfruté.
Pero si para ello debo volver a sentirme nada prefiero
dejar las ganas aparcadas en doble fila con las luces de emergencia encendidas.
Y doblegar a lo salvaje.

Quiero arrojar luz sobre las oscuridades que me quedan y evitar sacarle punta al recuerdo.

Hiciste que lo olvidara momentáneamente pero él es caprichoso y regresa a su antojo.
Terminó de arrancar los restos de tu persona de mis labios y arrojó a la hoguera tu perfume.
Cerró la puerta tras de ti, desde un cuarto sin ventanas.

Con todo el poder que pudo entregarle mi recuerdo.


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