miércoles, 12 de diciembre de 2018

Cuento de navidad.

Diciembre siempre fue mi mes preferido pero aquella noche el fin de año inminente me saturó y necesitaba volver a poner en paz mi alma. Necesitaba silencio- cosa que, en una casa tan repleta de vida como la mía, se me antojó imposible.
Bajé las escaleras a toda prisa con el abrigo en la mano. El ascensor iba muy lento y yo necesitaba aire y fundirme en la inmensidad de la noche, y lo necesitaba en aquel instante.

Dejé que el portón me diera su estruendoso adiós y me senté en el banco de siempre. Estuve tentada a colgar un cigarrillo entre mis labios pero me recordé que aquella maldita droga era el primer punto en la lista de propósitos para el año que se nos echaba encima.
Pensaba en respirar hondo y relajarme cuando los vi.

Ella era la viva imagen de un muñeco de nieve demasiado colorido, lo cual no casaba con sus ojos. Era lo único que dejaba al descubierto de su persona y sólo supe adivinar desolación.

Primero me asusté, pensé que él iba a hacerle algo pero me obligué a esperar y; minuto y medio más tarde seguían en el mismo punto.
Ella lo miraba con el miedo con que se increpa a lo perdido y él con la sensación agridulce de estar paseando una pena por el paraíso. Parecían conocerse de años atrás aunque algo me decía que habían cambiado.

Él tenía el pelo desgreñado y una barba de dos días. Las solapas de su abrigo le tapaban el cuello y las gafas de pasta negra no me dejaban adivinar si la pequeña muñeca de nieve intentaba encontrarse con el mismísimo Clark Kent.
Mis nervios fueron desapareciendo poco a poco cuando la vi atreverse a cortar la tensión de alguna manera.

Yo sonreí en silencio: estaba tan cerca de la extraña pareja como para sacarle punta perfecta a mi vena cotilla.

-Creo que ha llegado el momento.- comenzó ella.- Deberíamos poner las cartas sobre la mesa. Y las balas. Y la artillería pesada. Por eso te he llamado. Gracias por venir…También creo que deberías empezar a hablar tú, si quieres.
Te prometo que esta vez mi única tarea será escucharte. Suelta todo lo que has callado. Vacíate. Me gustaría que te sintieses en casa de nuevo. Y, por favor, deja de mirarme como si sólo hubiéramos coincidido en una parada de metro. Cuéntame que te pasó por la cabeza la tarde que todo sonó a roto.

La escena dejó de ser monólogo y los ojos de ella vaciaron el miedo para derramar sus ganas.

-Yo… no lo sé. Te quería ¿sabes?- Él no la miraba, estaba concentrado el bullicio de la ciudad.-Más de lo que fui capaz de admitir. Parece que he madurado, porque me estoy atreviendo a decírtelo sin querer llorar. Es algo bueno, ¿no? No sé explicar el motivo. Simplemente, tenerte cerca, me hacía sentirme yo. Un yo que fui descubriendo desde cero contigo. Un yo que veía la vida de manera crítica, y estaba dispuesto a cualquier cambio activo. Y, la otra parte de la balanza…mi corazón. Te lo regalé, joder…Era tuyo y terminó en la basura. Jamás pensé que dejar de latir por alguien iba a doler tanto. Contigo me pasaba lo siguiente: te escuchaba reír (reírte de mi, de hecho), y el este músculo iba por el metro noventa y cinco de los cien lisos. Me acariciabas y juro que no he conocido rincón más bonito. Te quise pero no debí hacerlo muy bien porque no fue suficiente para que siguieras conmigo. ¿Cómo querías que me sintiera? Me dolió. Pasé por todas las fases del duelo una y otra vez. Ni recuerdo el número de veces. Hasta que decidí matar tu recuerdo. No podía seguir viendo tu sonrisa tan lejos de mi y no sentir…rabia. Me preguntaba continuamente por qué… Y creo que me equivoqué. Te odié tanto… pero más a mi por la autodestruicción. Y aún guardo mis reservas.

-¿Tus reservas…?- alcanzó a murmurar ella.
-Si. Ya sabes que siempre me alegra saber de ti pero, una cosa es eso, y otra acceder a que nos veamos…Porque, no sé si a ti te ha pasado, pero a mi al verte me ha llovido TODO lo que viví contigo. Y no necesitaba recordarlo, y más el dolor, para ser exactos.

El rostro empapado en lágrimas de la joven se crispó. Estaba deseando gritar.
Aquello era una olla a presión a punto de estallar y yo ya me había olvidado de tener una familia preparando una cena de gala en el octavo.

-Si no te importa, voy a empezar por el final… He conseguido dejar la pared de mi cuarto inmaculada de tu recuerdo. Tapé los agujeros de todas las chinchetas que marcaban las todos los sitios donde fui feliz contigo. Arranqué tu sonrisa de mi ventana. Los restos de ti ahora caben en una caja. Y eso es algo que no termino de aceptar porque alguien que me hizo sentir tan grande no debería ser recordado de manera tan escueta. Por eso quise verte. No me gustaría dejar pasar otro año para resolver lo que me pasa contigo. No puedo recordarte mejor porque he saltado de golpe varios capítulos de nuestra vida juntos. La parte de madurar, los preliminares, las madrugadas…Y ahora me vienen con el cuento de que si la audiencia, la publicidad, las cifras… Ya paro de aburrirte, porque sé que nunca te gustaron. El resultado de todo esto es una televisión apagada por impago de las facturas de luz, un helado derretido sobre la mesa y una serie que no continuará porque las criticas la tildaron de mediocre.

-¿Qué cojones dices?- Clark Kent comenzaba a desesperarse.

Pero yo me había dado cuenta de lo que ella pretendía. Hacía tiempo que no escuchaba a alguien darle tantas vueltas a una idea. Engalanarla sin decir absolutamente nada. Soltar indirectas vestidas de tul para que él siguiera tirando de su lengua. Apunté mentalmente la estrategia de la muñequita de nieve.
Lo tenía en el punto que quería, con la electricidad palpable entre los ojos, a un beso de distancia y con mucha verdad aún por revelar. ¡Bravo!

-Digo que te quiero. A lo mejor no es lo que necesitas oír. Igual piensas que soy una egoísta, que no te mereces esto pero déjame decirte por qué si. Voy a tirar de que es navidad, de que llevábamos años sin entendernos, de que la vida cuando termina de ser puta, es cuando empieza a doler… Voy a tirar de todo para pedirte otra oportunidad. Por la que no me diste cuando quise explicarme. ¿Cómo demonios le dices al amor de tu vida que te sientes fuera de la relación? ¿Cómo le dices que no te gusta ser espectadora? Que lo vuestro era el papel protagonista…
Intenté decírtelo muchas veces. Darte los motivos que me “pedías” en silencio. Quise contarte que el tedio estaba comiéndose nuestra rutina, que las ganas estaban a cero y que necesitaba que me dieras un único motivo para seguir luchando por aquello.
Perdóname…porque al final no tenía tanta confianza contigo como para decirte cómo me sentí. Y eso. Que llevo mucho tiempo intentando compartir este cariño con alguien. Y ese alguien llevaba tu nombre. Perdona también por eso.

Creo que el último lunes de diciembre se paró en seco, rendido como yo ante aquella estampa. 

Ella, vaciada, soltó el suspiro y se dio la vuelta para marcharse. Se iba así…

Él se había quedado igual de gélido que la noche con la diferencia de que ahora eran sus ojos los del miedo, el daño y los reproches.
Y ella que estaba dispuesta a salir de nuevo de su vida después de ponerla patas arriba.

Sentí pena por ver acabar aquella historia así pero él actuó todo lo rápido que le permitió el corazón.
Creo que el suyo ya jugaba en otra liga, había dejado los cien metros lisos para principiantes y se había atrevido con las maratones.
Lo vi agarrarla por la muñeca y acercarse a sus labios peligrosamente.

Y el tiempo volvió a pararse. 

Estaba viendo una jodida película y mi corazón aquella última noche era un poquito más grande. Fue el beso más bonito que he visto nunca.

-No voy a dejar que te me vuelvas a escapar, no otra vez. Ahora estoy dispuesto a aprender de mis errores. Y no, para tu desgracia, yo no he dejado de quererte nunca. Me vuelves…

-¿…loco?- Entonó ella coloreando sus mejillas.
-Cállate, idiota.- Bromeó.- Si vuelves a escaparte de esa manera un treinta y uno de diciembre no me hago responsable de mis actos.

-Te echaba de menos…pero vamos a ir lento, ¿te parece?

-Señorita, creo que deberíamos ponernos al día. Contarnos todo lo que nos hemos perdido de la vida del otro, y luego ya vemos…pero, prométemelo.

-¿El qué?

-Prométeme que a partir de ahora vas a confiar en mi.

Luego los vi marcharse de la mano. Y para cuando subí repleta de amor ajeno y maldiciendo entre dientes a la soledad en me esperaban con la copa de champán en la mano. Fui hasta mi habitación e hice añicos la lista de propósitos de año nuevo. No iba a ser yo quien creyera que aquella lista tendría un futuro. El futuro sería mío.


Al año lo recibí con un pitillo en los labios, colmada de abrazos y risas y una nueva historia que contarle a las amantes de la novela rosa. Y a ellos, en silencio, les deseé mucho tiempo de confianza y la recuperación de todo lo perdido.


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