martes, 9 de octubre de 2018

Sentirse sinestésica

Tengo el corazón sordo.
Late a destiempo y se niega a escuchar cualquier consejo que le convenga.
No sabe aceptar las opiniones de otros y hace caso omiso a las críticas constructivas.
Dice que no va a cambiar- que de nada vale ya.
Que tiene la lengua propia y que la libertad es de lo mejor que probó jamás.

Tengo las manos mudas.
Que no se atreven con el verbo entrelazar, les asusta acariciar
y andan demasiado nerviosas como para dejarme parar
y pensar.
Rehuyen toda forma de vida, se esconden entre los pliegues internes de mi vestido verde.
Visten y desvisten las líneas de mi cuerpo como autómatas- malditas desagradecidas.
Pero por más que lo intento, no les sale la voz, me hacen señas para mostrar cuánto odian cantar y se hacen las serias cuando sienten el impacto de fulanita de tal.

Tengo los labios al borde de la hipotermia,
sintiéndose como un iceberg sin fisuras, a caballo entre lo occiso y el brillo de lo congelado.
Tienen miedo de gritar tu muerte, de que vuelvas desde la otra vida y además
te quedes callado.
Dicen que el gusto no es suyo, que qué significan los besos y con cuántas heridas puedes dejar de ser preso.
Dicen que ladran más que muerden y que pasan sus horas muertas- que son todas- tarareando a algún corazón agónico entre ironías.

Fuera me gritan hasta las estrellas.

Huele a hierro de heridas abiertas y de cabezas que rodaron lejos.
Huele a quejas de aquellos que se sintieron culpables por vivir.

Siento latir mis oídos.
Se rebelan ante la noche y agradecen el refugio sobre las teclas negras del piano.
Se cobijan entre tus dedos pidiendo con susurros una última caricia.
Se dedican a querer lento, a llorarle a todos los tangos.
Bailan persiguiendo los pasos de su mejor versión.
Luego pegan un salto al vacío disponiéndose a seguir todos los acordes que nos lleven rumbo a Roma.

La aventura llegará cuando mis sentidos y yo queramos escapar de ella.
Y debamos decirle a una loba que se siente reina y madre
que sólo estamos de paso pero que pensamos robar todos los corazones
que aún queden respirando dentro.

Que nos enseñaron que robar estaba mal pero que todo lo que ayudase a sobrevivir era bienvenido.

Y esto, esto de llevarlos a Roma huyendo de tu recuerdo es cuestión de vida o muerte.


Golden tears- Gustav Klimt



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