miércoles, 18 de abril de 2018

Tres veces miedo

¿Cuántas veces son las que queremos y no podemos?
¿Os habéis parado a pensar en los impedimentos?
¿En lo que nos hace evitar y desatender una cuestión que ocupa gran parte de nuestro momento vital?

Porque querer, no es necesitar.
Querer- tan sencilla como palabra
y tan difícil como dimensión- lo hacemos todos.

Todos hemos querido desde que tenemos uso de razón.
A alguien, o algo.

Todos queremos de manera indiferente en nuestro día a día pero somos pocos los que nos paramos a intentar encontrarle sentido.
"te quiero"
Con todo lo que implica, según quién y a quien se dice, según dónde y cómo sea la intensidad, estas dos palabras tienen un sinfín de significados.

Desde el desorden más caótico de un bebestible a la manera más profunda de destapar los sentimientos.

Querer algo. Quererlo ahora, quererlo ya.
O no querer nada, gracias.

Confundimos tantas veces el querer con la necesidad que a la hora de la verdad lo usamos como un único late motiv.

Y ahora, regresemos a los impedimentos.
Evitamos porque no nos vemos capaces, porque no nos sentimos suficientes, ni pensamos que daremos la talla.
Pero, ¿quién es el juez supremo que nos marca la suficiencia?
¿Y en qué se diferencia esto del conformismo?

El conformismo suele ir ligado a la comodidad, a lo que nosotros llamamos zona de confort.-
Y ay quien nos saque de aquella.

Ahora está de moda hacer oídos sordos al corazón.
Sentir es de cobardes, o eso dicen. Ahora se lleva la indiferencia y el todo vale.
Y, perdonadme, si no me lo trago.

Me puedo tragar el orgullo, las contestaciones, las opiniones que distan de mi moral, pero no este naderío intenso que pretenden imponerme bajo la mentira del haz lo que quieras.

No me dejan hacer lo que quiero cuando pretenden que pase de lo que siento y eche la venda a los ojos. No me dejan cuando me ven más bonita maquillada de más y jugando a ser doña perfecta.

Me niego.

Puede paralizarme el miedo, es cierto. Me pasa mucho,
Que intento darle voz al corazón pero no sale nada de mis labios.
Y lo peor es que no sé a qué se debe este temor irracional.

Y mi corazón se cansa, cada vez más. El otro día no me dejaba dormir.
Decía que no había nacido mudo y que yo no le daba alas para perseguir sus sueños.

Si.
Mi corazón es mecánico, y sus sueños, aéreos.

Por eso, ante todo, quiero aclarar algo.

Sé que somos muchos, y muy diferentes.
Sé que no todos quieren, y no todos saben querer.
A otros lo de dejarse querer no va con ellos porque el daño previo anda consumiéndoles las entrañas.

Y sobre todo, sé que tengo miedo.
No sé a que, ni como quitarlo. Así que si alguien ha sentido alguna vez que no encajaba en ciertos aspectos de su mundo que me levante la mano. Así, de noche, a oscuras. Seguro que a mi me deslumbran sus ideas. Seguro que ellos si saben de lo que hablo.

Intentaré poner de mi parte, darle cancha al corazón para que no se canse
demasiado.
No voy a meterlo en una caja perfectamente precintada y a decir que no siento.
Porque lo hago.
Y duele a veces.

Pero qué bonito cuando sale bien.
Las pocas ocasiones.

En que quieres y encima puedes.



















(Effy Stonem- Skins)

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