domingo, 8 de abril de 2018

De tus miedos y los míos.

Ya no sé si es normal.
O sólo me lo parece.

Sólo conoces mi mejor sonrisa.
Solo te atreves cuando te encuentras mis ganas locas sobre la cornisa.
Me gusta que seas observador, que busques con la mirada,
de todo y por nada.

Siempre te paras en el brillo de mis ojos. Una vez dijiste algo sobre lo bonito del color.
Y yo te grabé en la retina como una tonta.
Observador, paciente, risueño y algo inexperto.
Y al fin y al cabo, quien soy yo para para derretir el hielo que engalana tu sonrisa.

Entonces notaste que algo no iba bien, que yo estaba triste y el brillo del que hablabas no terminaba de reflejar todos tus sueños.
Quisiste acercarte en formato abrazo y algo te lo impidió.

Luego,
como cada vez que me choco con tu vida, la mía se incendió.
No cabía más rojo en una misma sala de espera.
Tampoco más llamas sobre el pedazo de cielo que nos encajaba.

Es normal que no te acerques más.
Peligro, líquido inflamable.
Y tú no eres amigo del fuego. Nunca lo has sido.

Es normal que tengas miedo, si los míos también van en tu busca.

Miedo a lo que pueda pasar, a conocerme más y no querer quedarte vivir;
o por el contrario, a querer cavar tus últimos días sobre mi cintura.

Sigue jugando a tener miedo que me encanta que aparezcas de repente.
Tan tú convirtiéndome en un signo matemático con ambiciones.
Eres bocanada de aire en medio de las mil tormentas, eres papiro demasiado bien prensado e inmaculado.
Y no te imaginas las ganas que tengo yo de ser vida ahogada ansiando ese último suspiro.
Ni te haces a la idea de que soy una lunática con mil gotas de tinta que llorar
todavia.


No hay comentarios: