lunes, 26 de marzo de 2018

La puta no tan rosa

Y creces.
De pronto. 
Como despertar de un sueño, sobresaltada y con perlas de sudor sobre la frente.
Te das cuenta de que el rosa de la vida no es tan rosa, ni las cosas tan bonitas.
Que todo el mundo cuenta con su propio agujero negro con problemas y que la mayoría los esconde bajo una sonrisa y un “todo va de maravilla”.
Que los que te rodean no saben salir de sus propios pozos de descordura, por lo que-por muchos consejos que pidas, pocos van a servirte realmente.
Que intentas ver el lado positivo, lo bueno en lo peor, la suerte.
Y solo eres capaz de ver tu rostro de bruces contra un trozo de asfalto caliente de Arizona a más de cuarenta grados.

Te olvidas del síndrome de Peter Pan porque ya no te quedan manos para sostener tu mundo. Te olvidas de tu sonrisa y de lo bien que sonaba aquella canción en la radio porque en este momento quieres dejar de existir.
Sin decir nada
Ni adiós, ni huella,
ni tan siquiera recuerdo.

Te das cuenta de que no existe lo bonito, pero tampoco lo feo.
De que existe la vida, a secas.
Y a ella no le hacen falta adjetivos,
tiene alergia a los pronombres y se pelea con los adverbios.
Caes en que jamás te dio los buenos días.

Te das cuenta de que por mucho que busques en mil comedias románticas, en otros cientos de libros de Moccia, nunca vas a encontrar lo que buscabas.
Y de que no se puede vivir siempre con ilusión.

Arranca esa ilusión de tu pecho, lo antes posible. No la abraces, no te hagas su amiga, abandónala a su suerte en el primer motel de carretera que encuentres al pasar.
Sólo. Sola. Solemos...Solíamos.

Solíamos ser felices. Solíamos ser.
Todos juntos.
Y hace tiempo que ya no.
Y por mucho que vuelvas, que caves un socavón en el pasado, no vas a encontrar el punto que le dio la vuelta y escribió “ya no” sobre vuestras cabezas.

Y a pesar de todo. Soy de las tontas que quiere abandonar a la ilusión pero la abraza más fuerte.
Que quiere dejar de creer en el amor, pero lo lleva por bandera. Que quiere creerse que el amor se termina pero se siente reacia a creerlo.

El amor no se termina. Se transforma. Se enmohece, se destartala.
El amor, como todo, hay que cuidarlo, día a día.
Poner de nuestra parte para que las curvas se vuelvan rectas.
El amor hay que sentirlo y evitar el fatídico cambio al odio, al tedio a la rutina, a la desazón.

Pero la mayoría de las veces, eso se olvida.

Los sentimientos se guardan bajo cientos de recuerdos imborrables y los caminos comienzan de nuevo, como las oportunidades, pero esta vez separados.


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