martes, 10 de octubre de 2017

Los finales de septiembre

Caminas creyendo que tienes un plan. Que tus pasos van a marcarte un camino y eres dueña de tus decisiones, pero no. Mira detrás. No te sigue nadie, ni te mira nadie. Él pasó de largo. Y nada.

En el momento anterior a las desilusiones, te crees la estratega de la batalla; entonces se te desmonta el castillo de naipes, y todo lo que dabas por conseguido vuelve a convertirse en humo. Vuelve a flotar sobre un otoño que no acaba de llegar.
Y piensas lo fácil que se ve la vida desde un balcón de septiembre, con sus comienzos, su ritmo frenético y sus esperanzas. Y echas un par de sueños más al carrito de la compra. Estos los has cogido de la sección de congelados, a ver si ahora te duran más.

Y septiembre quedó atrás. Con sus risas, con sus bromas, con virtudes y defectos. Y se llevó tu corazón consigo.
Debía de estar defectuoso porque no pidió por el ni rescate.

Paras. Con tu carro de sueños de congelador y quieres pensar que te da igual, que vas a resignarte y seguir sonriendo con la vista al cielo, a la espera de algún estúpido milagro que no va a llegar nunca.

Pero no. Estás cansada. Tienes ganas de sentirte importante para alguien más que para ti. Tienes ganas de verte guapa, aunque sea por una noche. La mañana del día siguiente te bastará con recordar.
Y mira que te encantan las ilusiones, pero que daño pueden llegar a hacer...


Tanto como los finales de septiembre.

-a A.

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