martes, 26 de septiembre de 2017

Restos de una herida

Qué tendrán Sabina, y los otoños, que en lugar de querer abrigar mi corazón quieren que lo desvista sin la menor de las ternuras. Qué tendrán que hipnotizan el alma como el mejor de los gurús.

Qué tendrá el norte que evoca todo pensamiento turbio entre las vidas prohibidas. Que derrama el frío sobre el adorado septiembre y saca el whisky más añejo para bautizar a la muchacha más dulce.

Qué tendrán, que se empeñan en no sacarnos a respirar en mitad del hundimiento, en cubrir de mil colores que no sentimos nuestras cabezas.

Qué tendrá la vida, que encima de ser perra, es reina. Que nos trata de usted, creyéndose señora y luego nos escupe a la cara.
Qué tendrán sus ojos que sólo me atrapan en noches de luna llena.
Qué tendrá mi cabeza, que no le funcionan los puntos fijos, y gastó sus propias pastillas de freno.
Qué tendrá la confianza, que se me desaparece como la bruma de la mañana.

Qué será lo que tendrán todos los endemoniados poetas, si juraron ante mi puerta no pactar con el diablo bajo la luz de unas velas. Si prometieron ser fiel a algo más que unas palabras encadenadas formando versos.

Que tendrá Venus, que aún muriendo todos los amaneceres, sigue coronándose alma máter de la noche. Que tendrán tus leyendas de falso para que yo me las siga creyendo incluso cuando faltas.

Qué tendrá la luna, y su magia, para dirigir nuestras vidas de madrugada.

Son demasiadas preguntas sin formular. Son demasiadas respuestas en falso. Todas las que se desbordan por el acantilado junto a mis sueños. Y a los restos de una herida que se olvidó de cicatrizar.


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