martes, 26 de septiembre de 2017

El misterio de la vida

Y la vida comienza, así:

De repente.

En la milésima de segundo que escuchas el primer llanto.
Y el mundo te avanza deprisa y no sabes lo que os deparará.  Y la miras orgulloso con la bandera del verbo amar sobre vosotros, y después te detienes en el bulto minúsculo que descansa entre sus brazos. Es tuya. Tu vida a partir de ahora.

También chocas con lo mal que está el mundo para traer más esperanza, pero mira qué bonitos serán tus días cuando despiertes y veas lo que tienes delante. Una hija y la mujer que lo ha hecho posible. El amor de tu vida. ¿No defendías que no existía?

Y en esta dicotomía de sentimientos, tú-que no sabías ni cuidar de ti- pasas a ser el cabeza de familia. Has aprendido sin manual de instrucciones y de forma automática.

No sabes si vas a hacer lo correcto. De hecho, estás seguro de que cometerás más errores de los que te gustaría. Pero también sabes que darás lo mejor de ti. Que vas a dedicar todo el tiempo que te quede a moldear a la mejor versión de ti mismo.
En hacer que la felicidad lleve su nombre, en guiar unos pasos hasta las luces del ocaso más maravilloso.

La vida comienza día tras día, y vuelves a tener otro de los días más maravillosos de tu necia existencia.
Otro de esos días en el que te sientes alguien en mitad del abismo. Otro día en el que prometes que va a ser el último de pasos en falso. Pero en el que te recuerdas que sin ellos nunca volverías a mirar a los ojos a las segundas oportunidades.

La vida comienza de repente. Con su llanto. Con el beso de unos ojos azules, con la primera palabra pronunciada por la fe ciega. Y el amor te invade.

Y algo has debido hacer bien. En esta vida o en las anteriores. Porque su sonrisa ha llegado. Y vino para quedarse.



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