lunes, 20 de febrero de 2017

Han pasado años, pero los caballeros las siguen prefiriendo rubias

Con algo más de sueño de la cuenta, y sin ganas, a unas dos de la tarde pasé otro de mis adorados domingos, colgada de tus pestañas.
O eso fue lo que quise creer, porque
en las almohadas sólo quedaban  sueños hechos añicos, restos de rímel infernal y mil millones de lágrimas
que no recuerdo haber derramado.

Con algo menos de gracia que la que desplegué contigo miento a mi silencio para que no te vayas.

Con poco más que monedas extranjeras en los falsos bolsillos de mi falda de volantes, recuerdo las que me regalaste caminando por La Latina, de dos caras idénticas, queriendo tentar a la suerte,
como dando por hecho que todo iba a salirnos bien- y tú, siempre con la tuya.

Como Pereza y su 'con más noches que la Luna'. Así me sentí sentada en aquella barra de bar.
Tuve que hacer de tripas corazón, y latir sin ti, y vencer ilusiones de papel que cayeron como naipes, y recordarme que los olvidos son la mejor resistencia contra los aromas.

Pero contra mi cabeza, maldita sea, contra ella no puedo hacer nada.
Desperté dispuesta a sortear mi domingo entre sabanas y letras de cualquier sabio que borrara tu presencia de mi cuello. Desperté entre otros brazos sabiendo que había soñado contigo.
Y no sé, si esto es un obstáculo más en mi carrera de la vida. Si eso de emplearme a fondo se me esta viniendo grande, o eres realmente un bache por el que merece la pena tropezar en la misma piedra.
Y si te digo la verdad, no eres más exclusivo ni especial por entrar más de repente en mis noches y ponerlas patas arriba, porque el miedo no se ha ido.
El mismo miedo con el abro la puerta de mi rutina cuando alguna vida pega fuerte al timbre.
Así que dime ¿merecemos la pena o la alegría? ¿Lloramos de tristeza o de la risa? ¿Le damos vueltas a la cabeza o la perdemos por completo?

Sé que esto no son más que mis desvaríos de domingo, sacados a colación en Lunes, por ser gris.
Sé que no vas a venir pidiéndome que me calle, y volviendo a anidar en la curva de mis caderas pero una siempre puede soñar.
Y los añicos de sueños que descansaban sobre la almohada, hoy han amanecido unidos.



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