sábado, 20 de febrero de 2016

Te guardo.

Te guardo. Como todo a lo que tenemos apego. Como todo lo que sabemos que no tendrá más uso que el de sacar sonrisas una vez al año desde un cajón. Como a una verdad a medias, que todavía no terminas de asumir.
Te guardo en aquella avenida señorial, junto a él.
En cada gramo de arena de la playa, en cada cactus de un 4F en el sur. Te guardo en cada tobillera y en cada colgante que sueñan en aquella caja de madera.
Guardo tu risa embotellada.
Desde que te fuiste he dejado de creer en los cuentos de hadas. Ahora solo soy capaz de adivinar finales. Volví al norte tras tu despedida. Y volví a dormir, no sin esfuerzo, pero esta vez, sabiendo que ya no estabas.
Aquel fue uno de los días más tristes de mi vida. Y el sentimiento fue totalmente distinto a cualquier otro que recordase la caja de mi memoria.
Siempre me dijeron que desahogarse era bueno, pero ¿tanto?
Aquel ocho de febrero gasté mis lágrimas.
Puede que tú ya lo supieras y no tuvieras miedo pero, abuela, ¿Qué hacemos nosotros ahora?
Me levanté y crucé el país. Desde entonces evito abrir los ojos a las 9.
Casi medio día, de tren en tren para llegar a verte por última vez. Si a eso se le pude llamar verte.
¿Por qué te has ido?
Me quedaban mil dudas que solo podían resolverse si era de tus labios.
Aquel fin de semana frío le di un beso al santo por ti.
Le pedí algo más de tiempo, lo único que no nos quedaba.
Para que te pusieras bien, pero ni eso ha bastado.
Luego amaneció gris. El cielo no ha dejado de llorar desde tu marcha.
Sencillamente, aunque me duela el alma, no me hago a la idea de no volver a verte, de no volver a escuchar tu risa, tus cariños y tus protestas.
No quería decirte adiós. No aún, por eso no tomé el cuerpo de Cristo. Desde un punto de vista egoísta, te quiso toda para el.
Yo también quería, abuela; quería ser egoísta.

Una iglesia repleta de gente, gente negra que acompañaba en el sentimiento.
Pero yo me pregunto, ¿en cuál de ellos?
¿Tristeza, pena, impotencia, desesperacion , falta o vacío?
Desprecié aquella multitud, que me hizo parecer vulnerable y es que, ante esto ¿quién se atreve a parecer fuerte?
Me lo he cuestionado todo. Que exista Dios, la vida, que exista una vida o un balcón desde el que vayas a mirarnos cada mañana a partir de ahora.

Me consuelo pensando que ahora tus alas tienen uso y la capacidad innata de volar alto podrá desplegarse.
Me consuelo pensándote a su lado. Seguro que después de tantos años separados te echaba de menos, como lo haremos nosotros ahora, estés donde estés.
Te quiero abuela.
Te quise desde el día en que abrí los ojos y lo haré siempre. Nunca lo dudes.

El día que escribí aquellas palabras Santiago vestía de gris. Y tú me faltabas.
Hoy, el sol se ha atrevido a asomar la cabeza. Y yo no paro de darle vueltas a estas líneas:
"Lo dicho, hoy hace un día perfecto
Y menudo insulto, después de todo
todos los días sin ti
deberían ser grises."

Y parece que quien lo escribió te conocía, 
Algo de razón tenía.
Yo solo pido que los ángeles sigan llorándote.

Algo curioso, en el momento más negro, yo no podía parar de escuchar tu risa.


     Ella.

2 comentarios:

Caracola dijo...

Ahora lloro yo también.

Gusano dijo...

Ese sentimiento que no desaparece de mi desde que me levanto y no recuerdo en mucho tiempo haber sentido, lo mitigan tus palabras aunque no lo consuelan del todo. La vida tiene que seguir aunque sea penoso o egoísta para los que nos quedamos.