martes, 24 de noviembre de 2015

¿Y si te fijas en las pequeñas cosas?

¿Y qué quereis que os diga?
Odio los pies frios, las mañanas de los lunes.
Odio el gris, si no es en escala de colores. 
Odio que me corten las alas en cada final de un sueño,
no poder pasar más que del suelo.

Odio que el tiempo pase lento cuando tengo las ganas a flor de piel,
y que pase también rápido cuando nos sentimos tan bien.
Y que la lluvia me moje la cara, y que la vida no nos busque más las cosquillas
y los instantes de reír a carcajadas.
Odio cuando me dicen que no tengo razón, y odio no saber reconocerlo.
Odio que ahora se decida que "pareja" es un término manido y arcaico.
Que hace tiempo que cayó en desuso y en olvido.
Y odio el olvido, la memoria selectiva, y la fotográfica.
Odio la memoria, a corto y a largo plazo.
A corto, porque se escapa de mis dedos, no me recuerda ni a mi, unos pocos besos más tarde.
A largo, porque me recuerda lo que duele, me invita a coser mis propias cicatrices sin alcohol ni ninguna sustancia que se lleve a la ingenua de mi cabeza a otra parte.
Dolor.

Y sin embargo, me encantan tantas cosas.

Me encanta que el tiempo pase. Así, simple y sin más.
Porque cuando pasa, mi vida fluye, se choca, se resquebraja y tengo que recomponerla.
Porque así me siento viva.
Me encantan los domingos. A todas horas.
Y las sonrisas furtivas.
Esas producto de nuestros recuerdos o de una imaginación desbordante.
Adoro incluso las que se sacan pensando en ese alguien,
alguien que solo vive de manera virtual porque os separan los kilómetros y
no tenéis el coraje necesario para juntar vuestros caminos
en el punto de fuga de una perspectiva caballera.
Y que salga el sol y yo esté esperando para verlo, con cara de sueño.
Con sueños despiertos.

Me encanta que vivamos en un mundo en el que somos perfectamente imperfectos. 
Y me encantan todos mis días contigo.


(Amanece por el sur. Casa.)

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