martes, 13 de abril de 2021

Mi isla

Fíjate si te digo que andar conmigo es pasar en el vagón de la rusa veintitrés de veinticuatro. Y tampoco puedo prometerte seguir existiendo en consonancia con lo que me haces sentir. Porque no conozco ni la mitad de lo que sientes hacia ti mismo.

Es ahora cuando entiendo a Nietzsche con su duda constante y su negación fehaciente. Que lo que hoy me saca sonrisas, mañana dolerá- y viceversa.

He prometido a un risueño Lucifer ser tenaz, y seguir siempre adelante; intentándolo- por muchas veces que mi cabeza se haya visto seducida con la idea de naufragar.

Es inútil atenerse al parlamento. Y más, cuando todo el ron ardió sobre la isla de Tortuga.

Ahora, lo de basar deseos en madrugadas interminables, es un plan vintage de otra era.

Hace algún tiempo que no terminamos de conocer a nadie a fondo, porque es mucho más fácil seguir flotando sobre la superficie que vivir con el miedo a quedarnos sin aliento en las profundidades.

Pero entonces- lanzo pregunta al aire- ¿qué hacemos los que todavía despejamos dudas existenciales? Los que nos agarramos al quizás de manera inconsciente y evitamos toda forma de vida que quiera alejarnos de cumplir un sueño.

Desconozco si es una forma madura de afrontar la vida, o si por el contrario, no es más que otra defensa pueril que puede achacarse a traumas del pasado.

Vivimos con miedo a quemarnos, a sufrir y a morir. Y en mi opinión, los que discrepan y tienen esta máxima bajo mínimos, es porque no se lo han planteado nunca. 

Me encuentro en una de esas islas de las que suele hablar Albert.

Queriendo aspirar cada color de los que pinta el amanecer, grabando las tempestades en mis retinas pero no consigo elucubrar qué diantre hacer con la maldita calma que acontece después.


Cefalú, Sicilia 



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