martes, 13 de abril de 2021

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El otro día me comentaste algo sobre conocer a la otra persona, sobre la confianza.

Ahí van unas cuantas cosas con las que aprenderás a saberme de memoria.

Soy de las que tiene las señales como divinidad y se traga eso de que los cuentos pueden hacerse realidad. Siempre que descubro un grupo de música bueno, se ha disuelto y me quedo con las ganas de verlos desgañitarse en directo ante cientos de ojos vidriosos.

Me oriento peor que una brújula sin polos cuando estoy sola pero he aprendido a desenvolverme si siento la respiración de alguien a mi lado.

Soy algo impaciente y puedo devorar comida fría por pereza o darle la vuelta a la tortilla antes de que se termine de hacer pero desarrollé una templanza superlativa para todo lo que me importa.

Creo en la tristeza como sentimiento necesario, para limpiar el exceso de júbilo y la exaltación de la amistad. No me toques en los días tristes, limítate a surcarlos conmigo y deja que se escuchen mis canciones cortavenas por toda la casa.

He construido mi vida con una fachada científica, con la que espero poder salvar vidas. Todo vocación. Sin embargo, también creo en el poder de las personas y en medir cuánto pesa cada alma sobre la nuestra.

Me encanta ver amanecer, y los domingos.

No me pares los pies aunque pueda darte vergüenza lo que estoy a punto de hacer.

Adoro descubrir mundo y compartir risas.

Y me declaro hincha de los abrazos para los reencuentros y de los besos de despedida.

Por si al final te pica la curiosidad

y decides quedarte.

Por si se te olvida dejarme con las ganas.


Compostela


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