viernes, 15 de febrero de 2019

Sobre no saber cuando parar

Que quiere morirse, dice. Que no puede más, que está cansado.
Dice que no está hecho para la vida por mucho que ésta la trate bien.

Lo escucho intentando dejar la mente en blanco, o al menos mi faz.
No quiero que huela mi miedo, ni mi inseguridad ante el abismo que me plantea.

Y lo miro con detenimiento.
Me pregunto qué le habrá llevado a estar así. Qué le duele o qué le pesa.
Y luego se lo pregunto a él.
Cómo si me leyera la mente, pone una mano sobre la mía y trata de tranquilizarme. Que nadie lo entiende, que no ha encontrado aún las palabras para describir cómo se siente pero que necesita desaparecer.

Me cuesta creer que una persona con unos ojos tan vivos ande buscando su propia muerte.

Releeo las confesiones anteriores que tengo ante mi. Lo ha intentado en innumerables ocasiones y siempre le sale mal.
Considero que la palabra tentativa es un eufemismo para su dolor.

Que a lo mejor, no sé expresarme, susurra; pero yo no quiero estar aquí. Quisiera dejar de existir.

Y yo, quiero saber si hay algo después, si persigue a la muerte para buscarle las cosquillas o como simple aventura.
Y él me dice que cree que no, que la persigue por tratarse de su felicidad.
Y me agarro a esa creencia para intentar sacarlo a flote.

-¿Crees o estás seguro?- Le pregunto.

-Lo sé. Pero entienda mis dudas, siempre que digo que quiero morir y no hay nada detrás me dicen que no es posible. Que si lo deseo con tantas ganas será porque espero un tiempo mejor en cualquier otra parte.

Y se funde la llama de mi esperanza. Estamos en una estancia luminosa pero, para mi hemos descendido poco más que a los infiernos.

Luego me da las gracias por nada, y se marcha con la promesa oculta de no volverme a ver.
Detrás le sigue muy de cerca otra vida a la que se encuentra vinculado, pero ésta no ha ocultado sus ojos vidriosos al escucharlo.

Yo me quedo vacía: Intentando adivinar por qué hay quienes se agarran a la vida con uñas y dientes y ésta decide arrancarles la segunda oportunidad y decide abandonarles a la peor de las suertes. Y por qué, otros como él tiran gasolina sobre el miedo y se quedan a golpe de cerilla de prender la continuación de sus días.


Sol naciente- Claude Monet

No hay comentarios: