martes, 6 de noviembre de 2018

Ponerse guapa para ellos.

Lo hacía de manera inconsciente pero era algo que me volvía loco.
Se mordía el labio y se paraba mi tiempo.

Cuando pensaba, después de cada risa, cuando iba en serio y también en el óbito de cada broma.
Sus dientes secuestraban algo que yo codiciada y me era imposible explicar por qué experimentaba tanto cambio.

Creo recordar que era su sola presencia.
Cuando la sentía cerca, el vello de mi nunca se erizaba.
Mi cabeza me alertaba de que el peligro me rondaba y ese sexto sentido-que aún conservo- nunca llegó a equivocarse.

Era bonita de todas las maneras pero, mi preferida era así, sin maquillar.

Como cuando le gritaba el mundo que parase, que ella se bajaba y se la veía tan seria que siempre me acercaba para impedirle cualquier forma de salto al vacío por miedo a verla desaparecer.

Me gustaba disconforme con el mundo y siempre dispuesta cambiarlo.
Su atuendo más bonito era su piel; ella que siempre menospreciaba su piel por vicio- pero lo cierto era que lejos de ser perfecta, encajaba milimétricamente con las huellas de mi mano.
Debí ser conquistador de su geografía en una de mis vidas pasadas y cuánto lamento no recordarlo del todo.

Siempre tuve mis preferencias, fue algo que me enseñó en el tiempo que compartimos: a tener dos opciones pero marcar solamente una como favorita-y así lo hice.

Aunque lo verdaderamente sorprendente era verla acicalarse para ellos.

Quien la conozca no podrá negarme que verla ponerse guapa para la sociedad era una fantasía.

Cuando teníamos planes yo siempre fui el último en comenzar a prepararme el primero en acabar.
Daba igual como estuviera; sus rituales no me los perdía por nada del mundo

Primero escondía la piel-esa de la que os hablaba.
Pude sentirme exclusivo al ser de los pocos que la conocía al desnudo.-
y cuando no quedaba ni rastro de ella al descubierto me sonreía través del espejo.
Se mofaba de mi cara de tonto con los pies colgando de la cama.

Luego, con un pulso preciso, delimitaba su mirada hasta cambiar de lo humano a lo divino y sus párpados brillaban según el color de lo que llevara aquella noche.

Finalmente, para hacerle algo menos de justicia disimulaba con un poco de rimmel- yo que sabía que aquellas pestañas sin un gramo de petróleo habían provocado accidentes, me lo guardaba para mi.

Entonces escondía todos los tarros en el segundo cajón de la derecha, se soltaba el pelo y me miraba directamente.

Por muchas noches que hubiera vivido aquella escena nunca estaré preparado para ese huracán que eran sus ojos jugando a no ser los mismos.
Mi aliento me abandonaba entonces y lo sigue haciendo cada vez que la recuerdo.

Y luego volvía a morderse el labio y se paraba mi vida.

Hay algo más que ella me decía siempre,  que le gustaba eso de ponerse guapa para ellos.
Nunca me cansé de preguntarle quiénes eran ellos y ella olvidaba mi pregunta y me decía que las historias de verdad siempre quedaban más bonitas contadas en imperfecto.

Llevaba mucho sin recordar poco sentido que tenía para mí aquello.


Y hoy, creo que por fin lo he comprendido todo.

(10 razones para odiarte- Heath Ledger, Julia Stiles)

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