miércoles, 2 de agosto de 2017

Lunática los lunes

¿Y que hago yo con cada regreso que tu recuerdo?

Una película no, por aquello de que segundas partes se dice siempre que nunca fueron buenas.
Me gustaría decirte todas las palabras humo sin que pienses en mí como una lunática.
Hablo de palabras humo refiriéndome a lo que se quedó sin decir.

Podría escribir otra carta más, repasando las letras de tu nombre en un sobre que nunca descansará entre tus manos. Pero terminaría donde todas las demás. Junto a mi miedo, en el cajón de la izquierda.
Podría no tener miedo.
Podría atreverme.
Podría poder.

Me gustaría susurrarte tanto que cuando te imagino ante mi las palabras se desvanecen.

Sin que cada lunes caiga sobre mis ideas el mismo piano de cola desde el séptimo piso, vistiéndose con tu aroma.

Quizá fuera una rendición a destiempo. Una bandera blanca sin oportunidad de llamar al parlamento.
Sin más saqueos ni robos que los de unos ojos demasiado hambrientos.
Pero de nada sirve declarar culpable si no hay arrepentimiento, ¿no es así?
¿No significa lo mismo un adiós que un hasta luego?

Explícame entonces, qué clase de brujería tuve que hacer para que te marcharas, porque yo no la recuerdo.

Si me acuerdo que me encantaba jugar a tocar la luna garabateando sobre los puntos que formaban los lunares sobre el mapa de tu piel.
Y que nos sorprendieran los meses de verano persiguiéndonos las bocas.

Que a bocanadas de aire hechas burbuja, solo nos ganaban las sirenas.
Y siempre quería contar estrellas, volviendo a poner cada amanecer el contador a cero.
Quemar heridas, para dejar cicatrices.
Ellas fueron al final las que mostraron nuestras fortalezas.
Recuerdo que también quise convertir toda las tardes en los malditos domingos que nos perseguían, y hacernos los perseguidos.

Porque si la vida es eso, una carrera, quiero acabar sin aliento sobre tus brazos y a la primera.
Pero eso yo antes no lo sabía.

No hay comentarios: