miércoles, 2 de octubre de 2013

Sólo sabe mirar al espejo en una realidad paralela.

El agua cae lo suficientemente rápido como para confundirse con sus lágrimas. En cuándo frenaba y le daba vueltas a la cabeza todo su mundo se venía abajo. Distaba mucho de ser perfecto aunque no podía negar lo afortunada que era.
Ya había acabado todo, nada volvería a ser lo mismo. Aquel maldito número aparecía en todas partes, cada sitio por el que pasaba le recordaba buenos momentos, y mejores. Todos vividos a su lado. No era justo decir la verdad, pero si se la decía para sus adentros no pasaba nada. Pensaba más y más y no se le ocurría ya el motivo por el que lo fastidió todo. Había sido extraño pero no puede decir que no lo quisiera, lo quería tanto...que a veces hasta dolía darse cuenta de lo que eran ahora, le faltaba el aire pero sabía disimularlo bien, sólo para no hacer que todo empezase de nuevo.
Pero ella aún llora, la ducha está demasiado caliente aunque no siente dolor, ya no, todo se ha ido y no es más que un precioso recuerdo.
Echa de menos su risa, su forma tímida de mirar cuando aún no eran nada, a él. Entonces se va dando cuenta de los cientos de detalles, de que en realidad si que le gusta frenar y percatarse de las cosas, aunque es cierto que ama la velocidad. Quiso ser mayor muy pronto sin saber que aún le quedaba mucho cariño por recorrer.
Ya se acaricia el pelo sola, ya no tiene a quien devolverle la sonrisa.



1 comentario:

Rubén Ortiz dijo...

Conmovedor y triste, pero fabuloso. :D