martes, 12 de diciembre de 2017

Llamas.

Me han pedido que me exprese. Que diga lo que me hace sentir bien. Y tu sonrisa ha volado por mi mente.

Me resulta tremendamente difícil esto de elegir. Yo, que me declaro más cambiante que las mareas.
Hoy no iba a ser la excepción que confirmaba la regla.

Ha amanecido gris. Fuera casi hiela y de nuevo no he sido capaz de sacar ni una mano, ni la oreja.
Un septimo está demasiado cerca como para morir y demasiado lejos para tocar fondo.

Toca crisis existencial.
Toca preguntarme qué es lo que prefiero.
Si volar o rozar espuma del mar. Si sentirme maravillosa o maravillada.

Y es que cariño, desde que llegaste a mi vida, has conseguido que sea más curiosa que nunca. Que viva en una eterna pregunta.
Que cambie más de ganas que de tangos, que me haga un lío como un ovillo que nunca terminó por desenrollarse
y no sepa como salir.

Veo la oscuridad en el fondo de mi mirada. Me apetece ser tuya o de nadie.
Ser tuya, no como objeto ni como posesión,
sino como sentimiento compartido.

No sé si esto es un juego del destino- que se ríe a nuestra costa- o si eres tú el que quiere reírse de mi en todas las costas en las que nos encontramos.

No sé porque juegas con mi corazón trillado y me llamas por mis apellidos.
A que vienen esos besos en la esquina de mi hombro si no es con propósito de enamorarme.

Pero claro, me olvidaba que a ti también te han hecho daño en un pasado, que los segundos no  pasan solos delante de mi puerta y que tu sonrisa a pesar de las heridas, es la más bonita de toda la ciudad.

Me olvidaba que estoy en el norte, que fuera va a llover siempre, pero que contigo me aparece el sol por la mejor de las esquinas.
Me olvidaba que sabías cantar lo que sientes, y pensar lo que siento.
Que siempre aciertas, y que aún no es demasiado tarde.


a J.

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