martes, 5 de diciembre de 2017

Disconforme incesante

Vivamos como vivamos y lo mucho o poco que dure esta vida, nada va a parecernos suficiente.
Nunca.
Somos por definición seres inconformistas.
No queremos cesar en engaño ni frenar los efectos, y si estos nos llenan, mejor.
Aunque nos ronde eso de que nada en exceso es bueno, tampoco terminaremos de creérnoslo.

Debe existir el exceso de risas. El exceso de alegrías y el de felicidad.
He pensado muchas veces en nuestra fecha de caducidad. El  día en que nos de por dejar de respirar.
Y me gustaría saberla- y así organizarme y decidir qué vivir y qué saltar. Pero sobre todo para poder agarrarme al clavo ardiendo que me de la gana- si este me promete un 'te quiero a mi lado'.

Pero por otro lado, nos miro y pienso que mejor dejemos hacer de las suyas a la casualidad.
Somos gentes, humanidad errante, destinada a equivocarse y a grabar a fuego esos errores.
A aprehender.

Pedimos clemencia al dios de los mil nombres, según los labios que se dignen a llamarlo, o el alma que le susurre.

Entonces,
¿Quién se ha tomado la estúpida molestia de tejer los destinos de estos seis mil millones de vidas? Y de otros tantos ojos desconocidos que se empeñan en sobrevivir en contra de todo sistema?
¿Quién puso la primera piedra del universo?
¿Quién vio encenderse las estrellas?
¿Quién decidió organizar las notas que alumbraran la primera melodía? La que hizo bailar y disfrutar a la más cándida de las mentes.
¿Cuándo empezamos a querer?
¿Y por qué , si nos movemos por ensayo y error, no nos hemos arrancado el corazón de cuajo y hemos dejado de lado al amor?

Son seres complejos estos humanos.

Se debaten entre el existencialismo y la fantasía, entre lo místico y lo terrenal. Ponen peros a la razón y buscan los límites del alma.
Defienden la realidad pero se pasarían las horas flotando sobre las nubes.

Y este sentimiento de disconformidad incesante no se detiene.
Es un devenir constante de energía que nos envuelve.
Son las luces de una llama con mecha eterna; espuma de unas olas que nunca terminan de romper; o las canas incipientes que muestran que el saber está en más en los años que en los daños.

Somos la última pieza de un puzzle que se cayó bajo el armario del salón.
Continuamente pregunta sin encontrar jamás la respuesta.


(Anne Hattaway)



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