viernes, 12 de enero de 2018

Extrañar el mar.

Y de repente me sobrevuela un recuerdo entrañable.
Uno de ti y de mi, a mil kilómetros de mar.
O llegando a tierra, no estoy segura.
Me gustaría que si te cuento este grabado de memoria en tres o cuatro líneas me regalaras algún porqué.

Por qué me pellizca el corazón ese recuerdo.

Recuerdo que llevaba mirándote cada dos olas y la tormenta tropical nubló nuestros sentidos.
Nunca supe si fueron las vistas desde proa o los excesos los que me llevaron a adorar todas tus imperfecciones.

En tu defensa he de decir que siempre me pareciste una incógnita a despejar. Siempre que me paré a mirarte, miles de ¿...y si? me bailaban lento.

Tu sonrisa no era menos amplia que la mía y el paraíso nos respiraba por los cuatro costados.
Me dijiste que adorabas el mar. Pero que lo preferías más frío y ahora,
el frío tonto y este recuerdo te han devuelto a mi memoria.

Me acerqué a ti todo lo que pude y te llamé por tu nombre completo.- Aún no sabes que odio los nombres completos.
Te parecerá una tontería pero me transmitiste mucha confianza cuando te escuché reír.

Me dijiste que no. Que parase. Y yo sin entender.
Que aquellas letras que jugaban bautizarte eran demasiado serias. Que así solo te llamaba tu padre.
Entonces mi sonrisa abarcó océanos.

Y  tu nombre de pila quemó mis labios al salir.
Pero esta vez la sonrisa oceánica fue la tuya. Y luego nos llovió un deshacer de kilómetros y tres o cuatro maletas. Un regreso para otra marcha.

Espero que estés disfrutando de tus ciento ochenta  días en cualquier otra parte pero me apetecía deciente que echo de menos seguir conociéndote y que desearía tener tu sonrisa oceánica cerca para sacudir mis miedos.

a Q.

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